La prosopagnosia o ceguera a las caras es el déficit para reconocer los rostros de personas que han sido previamente almacenados en las áreas de memoria de corto o de largo plazo del cerebro.
Esta situación con frecuencia lleva a quienes la padecen, a enfrentar situaciones muy incómodas cuando no logran reconocer a sus propios familiares o amigos mediante la visión.
Clasificación
Al igual que en todos los tipos de agnosias, la prosopagnosia puede clasificarse en:
- Prosopagnosia aperceptiva: el paciente no distingue una cara de cualquier otro objeto del campo visual (la mejor descripción que existe de este escaso tipo de pacientes, la realizó Oliver Sacks en su best seller El hombre que confundió a su mujer con un sombrero).1
- Prosopagnosia asociativa: el paciente no reconoce la cara de personas u animales previamente almacenados en las áreas de memoria. Sin embargo, estos pacientes pueden discriminar la raza, la edad aproximada y el género de la cara que observan durante las pruebas.
La mayoría de casos de prosopagnósicos descritos por la literatura científica padece este tipo de déficit.
Antecedentes experimentales
En 1991, De Renzi y colaboradores sometieron a tres sujetos prosopagnósicos a diferentes pruebas y encontraron que de acuerdo con la variedad de respuestas suministradas por ellos, el principal problema de los prosopagnósicos radica en los mecanismos de recuperación de la información existente sobre una cara que ha sido percibida adecuadamente con anterioridad.2
James Haxby y colaboradores reportaron que el procesamiento facial está mediado por un sistema neural complejo que consta de un subsistema central y un subsistema periférico.
El subsistema central incluye el giro occipital inferior, el giro fusiforme lateral y el surco temporal superior.
El giro fusiforme lateral se propuso dentro del trabajo del grupo de Haxby, como el centro cortical en donde se procesan aspectos invariantes de los rostros mientras que al surco temporal superior se le adjudicó la función de procesar características cambiantes como los movimientos de los ojos y de la boca de la cara que se observa.
El subsistema periférico comprende varias regiones cerebrales que incluye áreas de los lóbulos frontal, parietal y temporal, cuya activación depende de la información extraída del rostro observado, para facilitar su reconocimiento de acuerdo con el contexto.
Por ejemplo, cuando se analizan las expresiones faciales relacionadas con las emociones (dolor, alegría, tristeza, etc.).3
Localización de las zonas de procesamiento facial
Si se correlacionan los resultados de las investigaciones realizadas en la década de los 90 por los diferentes grupos de trabajo de Sergent (1992)4, Haxby (1994)5, Clark (1996)6 y Haxby (1999)7, se aprecia una fuerte y constante activación en todos los mapeos imagenológicos de las regiones correspondientes al giro fusiforme lateral, al giro occipital inferior y al surco temporal superior cuando los sujetos de experimentación observaban un rostro.
Es de anotar que de acuerdo al contexto en el que se percibe la cara, las activaciones pueden presentarse de manera bilateral simétrica o asimétricamente. Cuando las activaciones son bilaterales asimétricas, las zonas correspondientes al hemisferio derecho generalmente son las más activas. (Ver gráfica 1AyB).
Etiología: una hipótesis
Tal vez, el procesamiento de las caras se realiza principalmente en la vía ventral por la prontitud requerida en la respuesta de reconocimiento (vía más corta) y porque también se necesita de cierto tiempo de foveación para establecer una relación directa y simultánea entre el patrón de bordes que se construye y proyecta desde las áreas visuales y el patrón de bordes almacenado en las áreas de memoria visual del lóbulo temporal.
La activación ocasional de otras áreas del cerebro como la amígdala y la corteza cingulada, sugiere que algunos gestos de la cara o la misma cara que se analiza, evoca en el observador emociones como el miedo, dolor, tensión, alegría o tristeza.
Para exponer un ejemplo sobre cómo los bordes pueden suministrar información del rostro observado, el lector puede apreciar las gráficas 2 y 3.
A las fotografías de estos dos personajes se les han extraído los bordes. Se puede notar que la identificación del personaje de la gráfica 2 es más fácil que la de la gráfica 3, porque nuestro cerebro no está preparado para analizar caras dispuestas en forma invertida. Así, que para lograr reconocer la cara del personaje de la figura 3, el lector deberá rotar la página 180°.
La dificultad para reconocer un rostro invertido radica en una disminución en la respuesta de las neuronas que responden a las caras en el giro fusiforme lateral y en el surco temporal superior, incrementándose en el giro occipital inferior.7
Algunos autores han observado que la región del surco temporal superior presenta más actividad cuando existen aspectos dinámicos en un rostro como el movimiento de los labios al hablar, la gesticulación, los movimientos oculares o la rotación en cualquier plano.
Estas características quizá se deban a la intervención de áreas como V5 (MT) cuando se hace necesario el procesamiento del movimiento de los objetos dentro de una escena visual.
Los trabajos realizados por el grupo de Malach (1997) apoyan una conexión directa entre las áreas V5/MT y MTc.8 En 1993, Kass y Morel describieron el área MTc como densamente conectada con el área FSTv y con algunas áreas del lóbulo temporal.9
Un estudio más reciente mediante resonancia magnética tractográfica realizado por Catani y su grupo, concluyó que existe una conexión directa proyectada desde las áreas extraestriadas occipitales hacia las estructuras del lóbulo temporal anterior, a través del fascículo longitudinal inferior con tractos de fibras que interconectan de forma rápida y efectiva las áreas V2 y V4 con las áreas del lóbulo temporal anterior, con la corteza temporal lateral, el giro parahipocampal y la amígdala.
En la próxima edición continuará la explicación sobre la prosopagnosia.
Fuente: Grupo Franja
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