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Accesibilidad visual


ana gaitero 30/05/2013
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LEÓN
Aprender a moverse en una ciudad nueva, a desenvolverse en la universidad a la que llegan por primera vez o a cocinar sin riesgos parece algo sencillo. No lo es para las personas ciegas de nacimiento o para las que pierden la visión por accidente, enfermedad o vejez.
Esther Gallego, técnica de rehabilitación de la Once en León desde hace 23 años, es una de las profesionales que ‘enseña’ autonomia personal a este colectivo. Cada año pasan por sus manos, unas 70 personas. Momentos imborrables de su trabajo son cosas tan sencillas como «ver la cara de una mujer ciega cuando cocinó una tarta», confiesa.
Su objetivo es que las personas «consigan el mayor grado de autonomía y eso se logra gracias al trabajo en equipo». Pero matiza: «No soy solo yo. Ni es un milagro. Hay toda una red de asistencia social y la Once dispone de psicólogo, oftalmólogo, optometrista, instructor tiflotecnológico».
Pero el «90% del programa depende de la persona que recibe la rehabilitación», recalca. La motivación es crucial para aprender a andar a ciegas por la vida cuando una persona pierde la visión. «Cada persona es un reto, es una ilusión nueva», afirma.
Ayuda mucho que «conozcan y se relacionen con otras personas que han pasado por su situación», agrega. Las clases de pilates, el grupo de teatro, el club de montañismo... son algunas de las actividades y colectivos que cumplen esta labor en León.
Quien crea que es más fácil enseñar a quienes aún conservan algo de visión se equivoca. «A veces es más fácil guiar a personas ciegas totales que a las que tienen un resto de visión. Les digo que es mejor cerrar los ojos y dejarse guiar porque las personas que tienen un poco de visión, que son la mayoría, quieren hacer todo como cuando veían y les resulta más difícil cambiar de hábitos y no tener conductas de riesgo», explica.
Cuando una persona tiene un resto de visión «diseñas el programa para ver cómo utiliza el resto de los sentidos y la visión que le queda. No se trata sólo de proporcionar una lupa sino de entrenar en el uso de la visión tubular o del campo periférico». Con las personas ciegas totales «cambia mucho: trabajamos más la orientación y la movilidad y cosas como manejar el teléfono, los cubiertos, la seguridad en la cocina...». Trabajar en el entorno de las personas significa que «nos desplazamos por toda la provincia: hay que probar en la calle, ir a su centro escolar, a su domicilio...», subraya.
A Esther Gallego le gusta retar a las personas videntes a ponerse en el lugar de aquellas que padecen ceguera o deficiencias visuales graves. Siempre tiene a mano unas gafas con la visión reducida a un minúsculo círculo, un antifaz o una lupa.
Y otra cosa que no falta en su bolso es una cámara digital en la que documenta los momentos ‘estelares’ de sus alumnos y alumnas. «Con su permiso fotografío para mostrarlo como ejemplo en congresos y publicaciones», precisa.
Su trabajo implica asesorar a guías turísticos, arquitectos, enfermería, trabajadores sociales, policías, bomberos, enseñantes y un sin fin de profesionales. Es una labor que «repercute directamente en la integración de nuestro colectivo», subraya. «Llevo toda la vida trabajando con personas con discapacidad y puedo asegurar que es muy gratificante, se recibe siempre más de lo que se da», admite.

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